
La miel
Pinturas rupestres en España que se remontan al año 7.000 A.d N.E. muestran a gente recolectando miel de las colmenas. Templos, tumbas y sarcófagos de faraones egipcios y reyes incorporan representaciones de abejas y miel. Virgilio y Plinio la ensalzaron e Hipócrates la prescribió. Los ejércitos invasores romanos llevaban con ellos colmenas para utilizarlas en la alimentación, la medicina y ganar energía. Mientras, los británicos de la antigüedad atribuían fortaleza a la hidromiel, una bebida de miel fermentada.
A diferencia del azúcar, la miel es un edulcorante rico en nutrientes, proporciona numerosos minerales y vitaminas C, D, E y del complejo B. Es un concentrado de carbohidratos que eleva la energía tan necesaria para el deporte. Paradójicamente, la miel también es beneficiosa para promover el sueño. Alivia los dolores de garganta y calma la tos nocturna.
Los estudios han mostrado que la miel baja los triglicéridos en sangre. También inhibe el crecimiento tumoral y del cáncer en ratones. La miel inhibe las células que causan el cáncer de vejiga y protege contra la colitis. Tiene propiedades antisépticas que la convierten en buen tratamiento tópico para infecciones, llagas y quemaduras.
Para las alergias al polen, la miel local es un remedio más agradable y rentable que las inyecciones. La miel recolectada en un radio de 32 kilómetros de la vivienda del alérgico puede inmunizar contra el polen de las inmediaciones. La doctora Leila Denmark, que se graduó en la Escuela de Medicina de Georgia en 1928 y ejerció la medicina hasta que se retiró a la edad de 103 años, recomendaba añadir una cucharadita (2,1 gramos) de miel de la zona a la dieta diaria para curar las alergias al polen. Los niños hasta el año de edad no deben consumir miel porque puede provocar reacciones adversas.
fuente texto y foto: Ecogaia.com